miércoles, 21 de marzo de 2018

Azote

La mano angulosa y fuerte estalló en su piel.
Su cabello saltó hacia atrás con la tensión de su espina dorsal
y sus labios se sujetaron a sus dientes
tratando de no desvanecerse en un gemino, que sonó a medias.
Sintió el rubor de sus carnes
y el ardor de sus mejillas
en sus curvas más convexas...

Sintió la inflamación de sus deseos escaparse a gotas entre sus cavidades.
Su pelo se enredó en una vuelta dulce y firme de un brazo de madera pulida
y con un vaivén rítmico y lento
la percusión de sus caderas anunció la ola interna.
(Luego) La ceguera del éxtasis
y la libertad de sus humedades más profundas.


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